Creo que no adivinaríais nunca cuál es el dulce que me viene a la cabeza pensando en Italia. No son los famosísimos helados, ni el tiramisú, ni tampoco la panna cotta, sino la crostata di albicocca que me comía los sábados por la tarde, en el bar que nos quedaba cerca de casa, cuando vivíamos en Bracciano. No tenían nada…